Mi búsqueda es cualquier cosa menos
mundana.
Busco el color que no he visto, la nota
que sólo escucha un felino, el aroma sutil que mi nariz no capta, la piel que
no he acariciado aún.
¿Porqué? ¿Qué sentido tiene ver, oler,
saborear, tocar, lo que cada persona desde el comienzo de la Humanidad, desde
que el primer primate que se autonombró ha visto, olido, saboreado, tocado?
No saber el sentido no implica no tener
la compulsión de la búsqueda de todos modos. Porque el impulso de ir más allá
está siempre presente, ese deseo de querer mover la frontera.
Un paso atrás de otro, y el impulso de
dar uno más. Así se avanza, aunque a veces parezca que se retroceda. Lo viejo
es lo nuevo, tanto como que lo novedoso se convertirá en antiguo en un
parpadear.
La indagación es a solas aunque estemos
rodeados de un oleaje de carne. Sin embargo, un círculo de amor es la mejor
compañía para el viaje. Por eso estamos acá.
Y cuando haya besado cada uno de tus dientes; cuando haya lamido todos tus recovecos; cuando haya saboreado cada agujero de nuestros placeres; cuando haya acariciado y castigado cada parte de tu cuerpo; cuando haya conocido y deconstruido tu alma; cuando nuestras huellas se confundan en una sola, allí comenzará la aventura de recorrernos de nuevo.
Y cuando haya besado cada uno de tus dientes; cuando haya lamido todos tus recovecos; cuando haya saboreado cada agujero de nuestros placeres; cuando haya acariciado y castigado cada parte de tu cuerpo; cuando haya conocido y deconstruido tu alma; cuando nuestras huellas se confundan en una sola, allí comenzará la aventura de recorrernos de nuevo.
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