Lo primero que hay que saber cuando se
invita a una gata a vivir en la casa que uno habita es que las gatas serán
gatas.
Esa tautología graciosilla encierra una
verdad como un carro (doña Tina dixit): pedirle a una felina que deje de serlo es
como pedirle a Robert Smith que se peine. O que deje de pintarse los labios,
que ya es un señor de 60, caramba. Imposible.
La característica principal de la gata es
su desconfianza. Cualquier movimiento brusco la asusta o encrespa, y los
milímetros ganados a fuerza de mucho laburo desaparecen en warp speed, Scotty.
La gata desconfía, supongo que producto
de la evolución, en general, y de las experiencias personales, en particular.
Pero con paciencia (y la comida adecuada como refuerzo positivo) ella se permitirá
empezar a confiar.
Al principio, quizá se esconda debajo de
la cama, o incluso entre las sábanas o frazadas. Se dejar á ver sólo de a
ratos; ratos que coincidirán sospechosamente con los momentos en los que la
cama esté más cálida y revuelta. A veces, su presencia sólo estará indicada por
algún que otro pelo suelto, que uno encuentra cuando menos lo espera.
Dado que es un animal de costumbres, es
importante imprimir a la gata un ritmo de vida adecuado a su temperamento. Esto
ayuda a mantener el pelaje lustroso y los dientes afilados y a evitar maullidos
inoportunos.
Cuando la gata está mimosa hay que
prestarle toda la atención posible; no importa que la última vez que hayamos
querido acariciarla nos haya arañado. En estas relaciones antropo-felinas, mandan
quienes se mueven en cuatro patas.
La atención, decía, es fundamental para
la alegría de la gata y la buena convivencia. Esta atención, en un principio,
no es bidireccional. Ella quiere que le den bola cuando tiene ganas, y si no,
que no la molesten. Hay que hacerle entender que el que ella se frote con
nosotros no depende solamente de sus deseos, si no también de los nuestros. De
a poco ella comprenderá que habrá atención sólo cuando ambas partes así lo
quieran.
Esto puede resultar en un cambio
interesante en la etología felina: previendo que quizá cuando quiera ser tocada
uno no estará con ánimos de hacerlo, cuando sí lo estemos será menos arisca y
más dispuesta a apreciar las atenciones de su humano. Y viceversa: uno debería
aprender a aprovechar las ocasiones en las que se pone melosa.
La gata, por supuesto, es territorial. No
soportará siquiera la visita de otra de su especie sin un trabajo previo de
acostumbramiento. Ni que decir si uno quiere duplicar su cantidad de felinas:
la labor puede llegar a ser ardua.
Sin embargo, con la perseverancia
(bendita palabra) suficiente, la gata llegará a aceptar a su nueva amiga y,
quizá, incluso se encariñe con ella. O por lo menos no la muerda. Al pasar el
tiempo y aumentar la confianza entre ambas, las gatas puede que comiencen a
conspirar para hacerle la vida más difícil a uno, malvados poltergeist felinos.
Mas verlas cazar juntas es una delicia
que compensa todo.
Hacerle la vida "más difícil" al dueño es sólo un punto de vista. Hacerle la vida "más entretenida, nada fácil, pero más divertida" es otro ;)
ResponderEliminar¡Hasta el próximo miércoles!
muy miau el post. Curiosamente... mi última entrada también es una entrada felina.Capaz que la primavera está sacando a las gatas de las cuchitas.
ResponderEliminarQuizas mi comentario es demasiado pretencioso con el autor. Pero el texto me hizo acordar un poco a instrucciones para subir una escalera o comportamiento en los velorios... saluttes
ResponderEliminarGripe Aviar: Y, hay gente que por ahí necesita instrucciones hasta para eso XD
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