miércoles, 31 de diciembre de 2014

Tanto

Tanto amor
tenés para dar:
a mí,
a ella,
a él.

Que a veces
siento que mi corazón
va a explotar
como un globo muy inflado;
pero no.
Me abrazás,
y nada explota.

Entonces
quiero devolverte
lo que me entregás,

pero con creces.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Doblecara

Doblecara te permite ver cuando vas y cuando venís.
Doblecara mira los dos semáforos al mismo tiempo cuando cruza la calle.
Doblecara se juega a todo y nada en simultáneo, para no perder nunca.
Doblecara se lleva bien con Dios y con el Diablo; no es ni ángel ni demonio, ni una cosa en el medio.
Doblecara es y no es al mismo tiempo, y no tiene dilema.
Doblecara elige no elegir y no elige elegir, que vendría a ser lo mismo dicho de dos formas diferentes.


Doblecara tiene dos nucas y ningún ojo. Dos bocas sin dientes. Dos sonrisas que no significan nada.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Se van las guerras

Se van las guerras. Quedan los comediantes. La banda sustantiva no busca justificarse.

Tengo un dolor adentro que no me puedo sacar. El dolor de ya no ser. El dolor de haberme perdido. Me duele respirar, pensar, vivir.

La muerte no es opción. El suicidio tiene algo de atractivo teórico pero no puedo dejar de pensar en el dolor de la gente a la que amo. No puedo ser tan egoísta. Lo soy un poco, pero no tanto. No puedo.

¿Cómo avanzar, entonces? ¿Cómo poder seguir creciendo, dejar de alejarme de quien quiero ser? ¿Cómo ubicar un norte cuando la brújula se desmagnetiza?
Me duelen ellas. Me duelen hasta la médula. Me duele la distancia entre lo que queremos y lo que somos, y cómo esa distancia nos separa. No sé cómo sortearla.
No sé cómo trabajar, siquiera, para que nos acerquemos. Ya no sé.

El hombre de las ideas se quedó sin ninguna.

Hay sólo un hecho: la vida pasa. La vida muta.


¿Qué hago? ¿Qué hago?

miércoles, 8 de octubre de 2014

Alas

Encontré mis alas hace algunos años.

La guerra había sido como todas: devastadora. Despiadada. Destructora. Si alguien me hubiera dicho que alguna vez iba a experimentar una trinchera, me habrrpro fin﷽﷽ me permiti. Sl sás de mnde mirara hab por ver a do.minar humano.
eran pasos cortos, pero a medida que avanzaba mis piía reído. Pero las Moiras se complacen en contrariarnos, y así terminé enfangado hasta las rodillas envuelto en batallas que ya no quería pelear, que ya estaban perdidas.

Algo me explotó en la mano, sin que me diera cuenta. Quizá fuera alguna granada que debía arrojar pero olvidé. Lo cierto es que el shock me hizo perder el conocimiento.

No sé cuánto tiempo estuve desvanecido. A veces se me antoja que fue sólo un segundo, un momento cuántico. Otras, que deben haber sido meses. Cuando despertrpro fin﷽﷽ me permiti. Sl sás de mnde mirara hab por ver a do.minar humano.
eran pasos cortos, pero a medida que avanzaba mis pié, me incorporé tambaleante. Sólo recuperar la verticalidad fue un triunfo. Intentar encontrar el eje se complicaba, y la tozudez fue lo que me permitió erguirme por fin.

Estaba solo.

Tuve que aprender a caminar de nuevo. Un pie delante del otro. Al principio eran pasos cortos, pero a medida que avanzaba mis pisadas se hacían más firmes y seguras, hasta que ya pude moverme en algo que remedaba un andar humano.

El haberme concentrado tanto en la mecánica de los pasos me había hecho no prestar atención a dónde me conducían. Cuando alcé la cabeza, me encontré en medio de un bosque tupido y silencioso. Detrás de mí, la espesura se había cerrado. En todas las direcciones una pared arbórea me impedía el paso.

Pero en el pequeño claro que formaba el círculo verde que ahora me rodeaba, sobre una piedra, había un par de alas.

Me acerqué temeroso, con lentitud. No podía creer mis ojos. Las alas eran de color rojo, vibrantes. Las toqué, y su contacto me calmó. Las contemplé un segundo, embelesado. Luego las tomé y las puse en mi espalda.

Con desearlo podía moverlas. Despacio al principio, pero enseguida con más fuerza, comencé a aletear. Y mis pies se separaron del suelo. Así me elevé, mirando hacia arriba, buscando escapar del laberinto clorofílico que me atrapaba, hasta que vi las copas de los árboles bajo mis pies.

El viento frío me refrescó la cara y comencé a probar cómo desplazarme, cómo debía acomodar el cuerpo y mover las alas para ir en la dirección que quería. Practiqué un rato largo, pero la ansiedad por surcar el cielo me consumía y me lancé a volar con una libertad que nunca había encontrado en la tierra.

Así recorrí kilómetros y kilómetros, aprovechando las corrientes termales para subir y bajar. Dejé al bosque atrás: vi praderas y lagos, mesetas y tundras, paisajes que se deslizaban raudos ante mis ojos, como modelos en miniatura con altísimo detalle.

Volé sin hambre, sin sed, sin sueño. Volé por años. Recorrí distancias que jamás hubiera podido surcar a pie. La felicidad de ese conocimiento me hacía sentir pleno.

Y me puse soberbio. Quise ver cuán alto podía llegar, cuan pequeñas podían verse las personas que quedaban debajo. Comencé un ascenso casi vertical, rápido.

Subí y subí. Me acerqué tanto al Sol que ocupaba todo mi campo visual. El calor era un apéndice que me envolvía, me apresaba; las alas empezaron a chamuscarse. Cada vez me costaba más esfuerzo agitarlas; cada vez tenía menos sustentación. La tozudez apareció de nuevo, esta vez transformándome en polilla.

Segundos antes de convertirme en émulo de Ícaro, sin embargo, encontré fuerzas para desistir y me arrojé en picada. Caí en un lago; quizá eso me haya salvado. Emergí con el cuerpo roto otra vez, y las alas ennegrecidas, deshilachadas. Quise llorar frente a la casi pérdida, pero mi cara ya estaba húmeda y no le vi el sentido.

Entendí la oportunidad que el destino me había dado. Me dediqumo. Pero tras mucho esfuerzoe nuevo, temeroso de haberme olvidado el cmano.
eran pasos cortos, pero a medida que avanzaba mis pié a recuperarme y fortalecer mis alas. Tuve que aprender a volar de nuevo, temeroso. Pero tras mucho esfuerzo, un día volví a sentir que mis pies se despegaban del piso. Sonreí y volví a vivir.


Encontré mis alas hace ya unos años. Casi las pierdo, pero quiero seguir volando. Ahora las cuido más, y vuelven a estar lustrosas, aunque tengan un fino borde negro que las contornea. Estoy impaciente por ver a dónde me llevan.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Telón

Los nervios se sienten en las voces. El aire está eléctrico, denso, casi masticable. Hay gente cambiándose, maquillándose. Hablamos de temas varios, rondando el que es central: nuestra última función.

Un camino largo nos trajo aquí. Sudor, lágrimas y sangre de mentira, pero no por eso menos influyente. Dos horas nos separan del final de esta creación etérea que parimos entre todos: lo que falta para que empiece la obra, y la duración de ese universo mágico que aparece en escena.

Sabemos que, como todo fin, también es un principio. El principio de lo que viene, lo que está todavía intangible pero que, sin embargo, existe en algún espacio de expresi al alcance de la mano laboriosae de las cadenas de la realidad para poder transformarla.ón al alcance de la mano laboriosa.

El trabajo, ahora, es encontrar lo nuevo. Sudar otra vez. Llorar otra vez. Sangrar otra vez, aunque el fluido sea de utilería. Que esa es la magia del teatro: mostrar la verdad mintiendo. Mentir con honestidad. Liberarse de las cadenas de la realidad para poder transformarla.

Cae el telón. La obra termina. La vida continúa. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Perdidumbre

Te perdí. ¿Cómo te encuentro? ¿Cómo nos encuentro?

No hablo de volver a ser. No. Esa quimera hace rato que no me seduce. Aprendí que el retorno es imposible. Lo único que hay es infinitos porvenires. A lo más que podemos aspirar es a que ese adelante que creemos de entre tantos nos reconforte como algún atrás supo hacerlo. Si tenemos suerte, y trabajamos mucho, quizá sea aún mejor que el pasado. Si no, el esfuerzo igual vale la pena.

Porque esa mierda de que todo lo que pasó fue mejor tampoco me la creo ya. Lo dejo para las novelas o los tangos. El mejor tiempo siempre es el presente, porque es el que podemos cambiar. Lo que no es factible de ser modificado es invariable, y sin dudas te hace perder algo: la libertad o la cabeza.

Te perdí. ¿Y si no te encuentro? ¿Y si no nos encontramos?

Quizá lo errado sea el concepto de “perder” a alguien. Para perderlo, antes tiene que ser tuyo. Y esa mentira imposible neurotizante que nos venden también me cansó, a fuerza de dolores y de chocar contra (mis) paredes una y otra vez.


Es difícil buscar con los ojos borrosos, pero más aún lo es hacerlo con el corazóncabeza cerrado. Si se trata de abrir puertas, no podemos clausurar caminos.