miércoles, 3 de julio de 2013

La carta

Sus manos nerviosas no se decidían a abrir la nota.

Se había despertado con el sobre al lado. No estaba cuando se había dormido; lo había hecho sola.

Pero ahí estaba. Un rectángulo negro.

Quizá la neblina del apenas despertar fue la que le permitió aceptar sin necesidad de explicarse cómo era que había llegado ahí.

Ahí estaba. Y ella lo había tomado, con manos nerviosas.

Sabía quién había escrito las palabras que iba a leer, aunque la misiva no tuviera remitente ni ninguna clase de marca.

Suspiró lento, intentando controlar la respiración, calmarse. Sabía quién.

No sabía qué. Podía sopesar probabilidades, hacer cálculos, apostar consigo misma. Pero no tenía certezas. Había sólo una forma de averiguarlo, si sólo sus manos nerviosas le dieran cinco segundos de descanso.

Otra respiración controlada, y el salto al vacío.

El papel era blanco; la letra, manuscrita.

“Yo sé.

Sé.

Sé, con total certeza, la alegría con la que te metiste el plug en el culo. Ese culo hermoso que me da placer, y que vos querés perfeccionar por mí. Y la calentura y satisfacción con la que ayer te moviste en tu mundo, pensando: ‘Estoy acá, sí. Pero también estoy con mi Señor. Cada vez que me siento, que me muevo, lo siento a Él’.

‘Él, con mayúsculas, porque sólo puedo pensarlo así. Y toda esta gente que me mira no sabe. No sabe lo que se siente. No sabe lo que siento yo ahora. Acá, perteneciéndole. Mientras teorizamos sobre filosofía, letras o política,  feminismos y heteronormatividades, soy Suya. Porque está en mi cuerpo y en mi mente’.

Y quizá pertenecer de tal forma te asusta. Pero no tengas miedo.

O mejor: tené miedo, sí.

Yo también tengo miedo, pero eso no me frena. Ni ahora ni nunca.

Me cago en el miedo. Fistfuckeo al miedo. Le meto el puño hasta el codo al miedo y lo Domino.

Mi miedo, el tuyo, el de ella. El del mundo.

Ese podría ser mi don: el miedo no me frena. No me frena porque todo lo que vale da miedo, porque abrirse da miedo.

Ser, da miedo.

Cerda.

Mi cerda.

Mi puta.

Mi culo.

Ya otro te va a coger el culo y la boca, por mi orden.

Pero vos sólo podrás pensar: este nadie se coge el culo de mi Señor. La boca de mi Señor. A la puta de mi Señor.

Si llegás a decirme Amo (cómo sé que te morís de ganas de hacer), va a ser aún más fuerte. Puede que sea lo más fuerte que te haya pasado hasta hoy. Y eso es lo que buscás.

Yo no sé todavía cuándo sucederá, pero un día sí lo sabré.

Ese día será magnífico”.

Se quedó mirando el papel hasta que su vista lo disolvió. Lentamente, se dejó caer de espaldas sobre la cama. Las manos, no más nerviosas, descansaron a los costados de su cuerpo. Soltó la respiración que había estado conteniendo.


Y sonrió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario