miércoles, 8 de mayo de 2013

La parálisis


La parálisis ataca cuando menos lo espero.

En ocasiones comienza en mis pies. Si no fuera porque no siento nada, podría decir que un cosquilleo me toma desde las plantas y comienza a subir. Trepa y trepa, por las pantorrillas, la tibia, el peroné, la rodilla. Se siente como si un líquido espeso y tibio se estuviera derramando en cMe estoy dejando ganar.strarme. nam privado, con la Ofensiva de Tet incluida.ntes.ámara invertida.

Muchas veces se detiene después de llegar a los glúteos, de forma que sólo me impide caminar. Mi tronco puede moverse, aunque no desplazarse. Con trabajo, puedo arrastrarme. Los movimientos se tornan espásticos, arrítmicos y formales. A veces me encuentro saludando de una forma vagamente oriental, inclinando la única parte de mi cuerpo que todavía controlo.

Expresarse en medio de la parálisis cuesta. Todos los hilos de la conversación pareciera fluyen desde o hasta ella. Como río taoísta, el tema es siempre el mismo aunque las aguas de las palabras sean diferentes.

Pero la parálisis que más temo es la completa. Congelamiento del tronco inferior y superior al mismo tiempo. Petrificación de pies y manos, rodillas y codos, cuello, mandíbula, ojos.

Desafortunadamente, como una enfermedad que avanza tomando cada trinchera que el cuerpo abandona, la cantidad de episodios de parálisis total versus los de parcial va en aumento. Lo que antes era esporádico ahora es episódico. Lo que antes duraba poco ahora se estira. Lo que antes era fácil de combatir ahora es un Vietnam privado, con la Ofensiva del Tet incluida.

Me estoy dejando ganar.

La parálisis me abraza cuando más la ansío.

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