miércoles, 17 de abril de 2013

El sueño de la mujer


La otra noche soñé con vos. Estabas desnuda y toda pintada de blanco. Tus ojos eran azules; no azul natural sino eléctrico; un azul artificial, artificioso. Azul irreal. Lo particular era que todo tu cuerpo, además de estar pintado de blanco, no tenía un pelo.

No tenías pelo, vello, pelusa, en parte alguna. Nada.

Vos me mirabas y te reías y me preguntabas si me gustaba. Yo te decía que sí, y entonces te volvías a reír y me decías que yo era un perverso. Que me gustabas así porque tenías la concha lampiña y eso me hacía recordar a una nena. Yo te dije que podía ser.

Podía ser.

Pero tu risa era la risa más perversa y más vieja del mundo, una risa de diez mil años. Era la risa de todas las mujeres cuando se ríen de los hombres, cuando se ríen porque saben cómo pueden controlarnos. Y te cogí.

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