Nos nombran y nos marcan. Y es algo muy
premeditado; durante meses, quizás, madres y padres buscan cual será la
nomenclatura que nos aplicarán. Ese hecho, la elección de un nombre, puede
llevar a peleas extremas: darle a alguien el patronímico de una persona ya
existente se juzga como un halago, aún antes de saber si el retoño hará honor o
no a la dudosa distinción. En contrapartida, favorecer a una rama familiar por
sobre la otra puede desencadenar rencillas que avergonzarían las peleas
interclanes de los Highlands.
Nos nombran y nos ponen un género. No hay
hombres llamados “Isolda”. No hay mujeres llamadas “Tristán”. La pregunta sería
por qué. ¿Qué hace que un nombre sea “de varón” o “de mujer”? Ese constructo
social es la primer etiqueta que nos asignan, y de allí la fuerza que cobra el
poder autonombrarse. Quienes lo asignan sienten amor, pero ya nos están
coartando la libertad.
Un nombre, entonces, es violencia y querencia
al mismo tiempo, en un mismo cuerpo. Cargar esa contradicción es a veces
insostenible.
Entonces puede ser que busquemos
renombrarnos. Cambiar el cartelito con el que nos presentamos al mundo. Este
acto es liberador. Quitarse una marcación que nos fue asignada a la fuerza y
elegir la que queramos, la que sintamos que nos describe y comprende.
Ponerse el nombre propio abre puertas y
clausura oscuridades. La nueva nomenclatura de necesario tendrá más consonancia
con quien seamos que la que nos recibió al nacer, decidida antes del momento en
el que dejamos el calor líquido del vientre maternal.
Muchas culturas tienen nombres sucesivos:
nombres que usa la familia, nombres formales, nombres a partir de la mayoría de
edad, nombres que la persona en cuestión elige por sí misma.
No deja de resultarme extraño que en este
mundo de capitalismo individualista en el que nos venden que somos todos
únicos, debamos cargar desde el nacimiento hasta la muerte con un mote que
quizá no nos defina, o no lo haga por completo.¿Será que lo que nos quieren
imponer es el individualismo pero no la individuación?
Yo sigo buscando mi nombre, el más
verdadero. Algún día, lo encontraré. Ese día seré libre, aunque más no sea por
un rato.
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