Estábamos a pocos metros de distancia, y
separados por millones.
Podía ver su perfil a contraluz. Sus
rasgos aparecían y desparecían entre las sombras. A veces se parecía a ella
misma; a veces su rostro era una máscara grotesca, un impulso deformado hecho
carne.
La garganta se le había ido secando. Cada
vez más áspera y ronca, su voz terminó transformándose en un croar agudo. Me era
imposible creer que en otras ocasiones esa voz me hubiera cautivado,
embelesado, transportado con su timbre.
De a poco dejó de hablar. Se quedó
sentada sin decir nada por un tiempo de esos que no terminan. Si no hubiera
estado prestando mucha atención, no habría podido decir si todavía respiraba. Me
acerqué. Mi mano se resistió pero a la fuerza la oligué a apoyarse sobre su
rodilla. Mi toque pretendió ser liviano.
Por un instante sentí su piel, arenosa y
seca. Después, se desmoronó ante mi ojos. Primero cayó la rodilla que yo
tocaba, y eso formó dos corrientes alúdicas que se dispararon, una hacia los
pies y la otra hacia el muslo y la parte superior del cuerpo. Desmenuzándoseme
entre los dedos, vi una semisonrisa en su cara, segundos antes de que se
disolviera en una lluvia fina de partículas cayendo al suelo.
Se había convertido en una estatua de
sal.
Pensè que serìa de nieve. Menos al que se desgranò, porque tanta sal hace muy mal a la salud y le quita el verdadero sabor a las cosas.Para clmo, inmòvil. ¡ZAFASTE!!!!! ¡Què bueno!
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