miércoles, 6 de noviembre de 2013

La piedra

Estábamos en el fin del mundo.

Un viaje largo, interno y externo, nos llevó ahí. Yo no estaba solo; éramos dos-en-uno, dos personas unidas por deseos y objetivos comunes. Lo que cualquiera llamaría “amor”.

El viaje externo había sido duro; remontándonos en el aire, temblamos ante la sensación nueva, temerosos de caer. Cuando tocamos el piso de nuevo, suspiramos aliviados.

El viaje interno había sido difícil; sumergiéndonos en nuestra carne, vibramos en la frecuencia nueva, alegres de elevarnos. Cuando emergimos, respiramos sosegados.

La dualidad de la travesía se extendía más allá de nosotros. Ocupábamos una habitación de hotel, tan pequeña que casi nos causaba claustrofobia; llena de esquinas puntiagudas que nos lastimaban cuando, semi dormidos, nos levantábamos durante la noche.

Y también estábamos en la cima de una montaña, una como las que veníamos viendo y caminando cada día. Desde lo alto podíamos ver el mundo a nuestros pies, invitándonos a caminarlo. En esa cumbre éramos enormes y minúsculos a la vez, la suma de nuestras dualidades.

La palidez de la nieve contrastaba con el calor de nuestra sangre, y de esa síntesis surgía la chispa que nos daba vida.

En la montaña, ella había tomado una piedra. Era hermosa de apariencia.

En la habitación, me la dio. Deseé que fuera hermosa de significado.

Nos miramos, perdidos y encontrados en el otra, la otro. Yoella murmuró: “Este es el comienzo de nuestra montaña, la que construiremos juntos, convertidos en algo más que partes sueltas”.

Ellayo se respondió: “Y la vamos a hacer nuestro refugio, nuestra fortaleza. Un lugar donde la resistencia no provenga del miedo, si no del amor. Un espacio nuestro, pero sin egoísmo. Un espacio nuestro en el que serla dioentre ambos: la forma de nuestra esperanza.uevo"a forma p donde la resistencia no provenga del miedo, si no del amor. Un eá bienvenida la otredad, hasta que todes seamos une”.

Nos dijimos: “Este no es el fin del mundo. Es el comienzo del nuevo”.


Y así nos fuimos a dormir, tomados de la mano, respiración sobre respiración, sujetando una forma pétrea entre ambos: la forma de nuestra esperanza.

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