miércoles, 21 de agosto de 2013

La mujer que esperaba

La mujer esperaba.

No era que tuviera el don de la paciencia. O, más bien: no era que su don para la paciencia, que tene.﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ocos segundos despuando sol en una plaza. No faltaba quien creyera que era una adolescente instantes antes de supreimría en cantidades apreciables, estuviera relacionado con el hecho de que ella esperara.

Su esperar era algo absolutamente desconectado del estoicismo. Era un hecho en sí mismo, auto contenido: la espera como disciplina olímpica. La espera como acto activo, decisorio, volitivo.

La mujer esperaba. Sentada o de pie. Con lluvia o con sol. De día y de noche.

¿Y qué esperaba? ¿Qué explicaba su inexpugnable decisión de pasar el tiempo presente con los ojos fijos en el futuro?

Ah, eso se preguntaba la gente que pasaba por donde ella estuviera. Fuera la plaza, la esquina, el mercado, una cola en el banco o frente a un ascensor, cada persona que la veía tenía una lectura propia de qué estaba esperando la mujer. Porque lo que nadie dudaba era que esa niña, joven, adulta, anciana, algo esperaba ahí. Quedaba claro para cualquiera que la viera.

Había quien pensaba que era una nena expectante, aguardando la vuelta de un padre que había ido a comprarle una manzana acaramelada, llena de pochoclo, que la pequeña devoraría con una sonrisa en la que faltaban dientes. Había otros que creían que estaba simplemente tomando sol en un banco, aprovechando los primeros calores de la primavera. No faltaba quien creyera que era una adolescente instantes antes de su primer beso, o pocos segundos después, con el corazón agitado y las mejillas sonrojadas. O una señora buscando a un nieto del colegio, lista para llevarlo a su casa y darle un almuerzo con sopa caliente.

Las reacciones también eran diversas: algunas se apiadaban de ella. Algunos reían, haciéndole comentarios a amigos en voz baja. Pocos, casi nadie, llegaban a ver la mezcla de tristeza y esperanza que nunca se iba del todo de los ojos de la mujer.

Esta mujer esperaba, y así la niña se convirtió en joven, la joven se convirtió en madre, la madre se convirtió en señora, la señora se convirtió en abuela, la abuela se convirtió en vieja.

Ella esperaba. Quizá ni siquiera supiera bien qué o a quién. Inmóvil, todo a su alrededor trascurría como en una filmación de lapso de tiempo. Un ojo observador podría haber notado los ligeros cambios en su cuerpo; como había ido creciendo en altura, llenándose de curvas, su piel lozana finalmente arrugándose, su cabello negro cada vez más matizado de blancos pero sin nunca perder del todo su cualidad azabache.e.﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ocos segundos despuando sol en una plaza. No faltaba quien creyera que era una adolescente instantes antes de supreimr


Un mujer que esperaba. Y en su último día, así la encontró la muerte. Era una muerte amable, sin pretensiones, “muerte” con minúscula. Le sonrió, tomó delicadamente la mano de la niñajoven mujervieja, y la liberó de su eterna pausa.

2 comentarios:

  1. Por un lado, me gustó el título porque me capturó con su vaivén semántico: "la mujer que esperaba", ese "esperaba" bien podría referirse a la mujer o a un "yo" elidido. Me resultó interesante eso.
    Por otro lado (y ¡perdón! siempre termino asociando a lo loco) me acordé mucho de la canción "Penélope". Y con ello, de la Penélope mitológica y porqué no, también, de la Ariadna abandonada por Teseo que se queda en la orilla esperando, llena de tristeza y de soledad. Esperando, esperando, hasta que Baco la rapta.

    Saludos!

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  2. "Inmóvil, todo a su alrededor trascurría como en una filmación de lapso de tiempo."
    La imagen de la abstracción y el detenimiento, el sentimiento de la nada y la quietud resultante, y desde la quietud vuelve a empezar... Un loop de auto anulación.
    Me gustó, y no pude evitar meter un bocado. Saludos!

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